Cuando el dolor es una URGENCIA

Cuando el dolor es una URGENCIA

Seguramente todas las personas que nos estén leyendo lo habrán sufrido: esa sensación de dolor acuciante e incesante, que nos martillea sin descanso.

Si lo habéis pasado alguna vez, seguro que no os extraña que os digamos que una de las consultas más frecuentes en la Clinica Dental Tonicollar suelen tener que ver con el dolor dental. Este síntoma es lo que hace que el paciente trate de solventar rápidamente el problema, ya que sufre un constante martilleo en la boca que le sofoca, le duele e inclusive en ocasiones se describe como “insoportable”.

Dolor dental, un problema agobiante.

En otras ocasiones, aunque es posible que en una menor proporción, el paciente sufre un estado de alarma por encontrarse frente a un proceso inflamatorio grave en la cavidad oral, lo que causa una preocupación al paciente debido a la gran tumefacción experimentada.

De todos modos, es muy posible que en la mayor parte de ocasiones se encuentren ambos síntomas a la vez, por lo que la preocupación del paciente todavía se acentúa más, siendo aún más imperiosa su necesidad de recibir un tratamiento que alivie su dolor y elimine la problemática.

Por otra parte, en el resto de situaciones que se pueden presentar en la clínica (celulitis, traumatismos, hemorragias…) también podemos encontrarnos ciertos casos que cursan con inflamación, con dolor o con ambos síntomas a la vez; por lo tanto, tenemos que estar preparados a fin de resolver este tipo de situaciones, además de saber cuál es la forma correcta de tratar el problema y saber discernir los motivos que los están causando.

Es imperante tratar el síntoma (en este caso, el dolor y la inflamación) que es lo que está inquietando al paciente, y por ende, alterándole tanto física como psicológicamente.

Para esto, tendremos que saber cuáles son los fármacos a administrar que mejor le vengan para frenar su dolor, su inflamación, así como cuáles son los analgésicos y los antiinflamatorios que, pese a contarse como apartados farmacológicos diferenciados, más adelante mostraremos que algunos de estos medicamentos se incluyen en ambos apartados, ya que cuentan con acciones farmacológicas de ambos grupos.

Si echamos un vistazo a esto, rápidamente nos percataremos de que la enorme mayoría corresponde a tres grupos diferenciados, muy definidos. Para comenzar, las sustancias que se emplean con un mayor número de veces son los antibióticos: bien sea de forma preventiva o como parte de un tratamiento según el cuadro que el paciente presente. Tenemos que tener en cuenta que la patología que con una mayor frecuencia se da en la boca es la caries y ésta no deja de ser un proceso infeccioso, por lo que resulta lógico que este tipo de fármacos sean los que se emplean con una mayor frecuencia.

En segundo lugar, encontramos los antiinflamatorios. Estos son sustancias de una amplia prescripción en la clínica. Esto es lógico por el simple hecho de que la extensión de cualquier proceso o traumatismo sobre los tejidos blandos periorales y faciales nos conducen con suma facilidad a unas grandes inflamaciones.

En tercer lugar, encontraremos los analgésicos. Debemos tener en cuenta de que la cavidad oral es un terreno ampliamente inervado, por lo que es muy sencillo que cualquier cosa pueda despertar dolor.

Esto indica que, la receta que se dispensa con una mayor frecuencia en la consulta, por norma general, es simple, ya que se compondrá de un antibiótico, un antiinflamatorio y un analgésico, nada más.

Cuando el dolor se hace una urgencia.

Comenzaremos por este síntoma diciendo que, aunque lo más importante es llegar a la causa del mismo, independientemente de que éste sea una caries, una periconaritis, una necrosis pulpar o un proceso infeccioso, hasta que llegue ese momento donde el tratamiento surta efecto y se elimine la causa, deberá ser atajado mediante el uso de analgésicos.

Estas sustancias actúan por norma general sólo sobre el dolor, por lo que será un alivio únicamente sintomático, cuya finalidad será controlar el componente álgido de la enfermedad que el paciente tiene. En el momento donde el cuadro doloroso viene acompañado de inflamación, también deberemos añadir un antiinflamatorio.

Todo el mundo sabe que cada paciente soporta un umbral de dolor diferente, por lo que, para que se manifieste un estímulos doloroso, éste deberá ser rebasado. El dolor consta de dos componentes diferenciados: el primero, perceptivo – sensorial, que se pone de manifiesto por los receptores del dolor que transmiten la sensación a los centros superiores; y el segundo, de carácter psicógeno – afectivo, capaz de modificar más o menos la sensación álgida.

Por este motivo, la actuación de los analgésicos es realizada en tres niveles diferentes:

  • Modificación de la percepción dolorosa
  • Aumento del umbral de dolor
  • Modificación de la tonalidad emocional

Modificando la percepción de la sensación dolorosa: Algunos fármacos son capaces de alterar el tipo de sensación que el paciente percibe ante los estímulos de dolor, de modo que el receptor de dolor, al ser estimulado, transmite la información, pero ésta no es integrada como noiceptiva.

Aumento del umbral de dolor: Bajo el efecto de algunas sustancias, es necesaria una mayor cantidad de estímulo a fin de ser percibido como dolor por parte del paciente.

Modificación de la tonalidad emocional: Determinados analgésicos logran una sensación de bienestar enmascarando la percepción del dolor, por lo que se consigue evitar la sensación de ansiedad que se desata a raíz de un estímulo doloroso.

Esto significa que el analgésico perfecto que cualquier especialista de la salud gustaría de prescribir a sus pacientes es aquel que presentase una rápida acción, que no tuviera restricción de edad, que actuase en todos los niveles álgidos de cualquier localización, que no crearse dependencia ni tolerancia, cuya administración fuese vía oral y que además no causara efectos secundarios. Por norma, en los estudios de intensidad del dolor, se emplea una escala verbal que comprender diferentes estadios: leve, moderado e intenso. Naturalmente, un analgésico “perfecto”, sería capaz de hacer actuación en todas estas escalas.

Naturalmente, también debería contar con que la vía de administración de este “fármaco perfecto” fuese indiferente, pudiéndose prescribir por cualquier sin que perdiese un atisbo de eficacia.

Tampoco tendría que plantearse problemas en referencia a la edad del paciente, y es que algunos fármacos no se pueden administrar en niños, otros en adolescentes menores de 14 – 16 años, y con determinados analgésicos tendremos que tener cuidado con los pacientes que tengan una edad más avanzada.

Tampoco puede ser inconveniente la localización del dolor, ya que existen algunos analgésicos que actúan en dolores superficiales, pero pierden su eficacia al llegar al dolor visceral o profundo.

Los efectos secundarios también deben ser tenidos en cuenta, por lo que resultaría ideal que no lo presentase.

Para terminar, debe ser considerada la posibilidad de que existiera dependencia o tolerancia; por lo tanto, este hipotético fármaco perfecto tampoco debería presentarla.

Como podemos ver, hoy en día un fármaco como el que se describe no existe, pero gracias a los avances que el paso del tiempo y el avance en las investigaciones nos brindan, podemos contar con un gran abanico de fármacos con los que, en mayor o menor medida, también podemos llegar a controlar el dolor que, de forma habitual, se presenta en la clínica.

En nuestra clínica, el dentista de confianza sabe identificar cualquier problemática y escoger cuál es el tratamiento más adecuado para cada caso en particular, por lo que en caso de que necesites acudir a un dentista busques un sello de confianza., eficacia y calidad.